El debate en torno a la agricultura orgánica (también denominada ecológica) frente a la convencional cada vez se encuentra más decidido. Apenas existen organismos internacionales serios que no hayan declarado abiertamente los beneficios de la agricultura orgánica frente al uso de herbicidas, pesticidas y otros agro-tóxicos que, no solamente empobrecen el suelo y la vida del planeta, sino que envenenan y acaban con la vida de miles de campesinos y campesinas cada año. La propia ONU lleva años trabajando por implementar más proyectos basados en un modelo de agricultura sostenible, por dar un ejemplo.
Ante esta resolución el desafío ahora es otro. La agricultura ecológica sigue reproduciendo un modelo de cultivo basado en métodos y técnicas con grandes obstáculos para sí misma. Uno de los mayores obstáculos es la escala. La situación es tan simple como la siguiente situación: debido a la inmensa cantidad de producto que una granja cualquiera cree que tiene que cultivar para sacar beneficio (hablamos de muchas toneladas de comida), ésta carece de la capacidad suficiente para comercializarla, delegando esta tarea en intermediarios. El problema es que los intermediarios a menudo se quedan con más del 80% de la venta obtenida por cada kilogramo de comida vendida. Resultado: la granja debe producir mucha comida en una extensión muy grande. De esta manera, cae en una mecanización y unos costes de producción que dificultan una vida abundante y satisfactoria para quien se quiera profesionalizar en el sector. Debido a esto, el número de personas jóvenes que quieren dedicarse a la agricultura es alarmante.
La agricultura a pequeña escala, sobre todo en lo que se refiere a la horticultura, confía en modelos de granjas compactas, eficientes, rentables, que trabajan con una maquinaria de baja teconología, muchas veces manual, sustentable y económica. Esto permite a quien cultiva conocer los rincones de su granja, aumentar la mano de obra y por tanto, impulsar el desarrollo rural. Además, la pequeña escala permite un trabajo intensivo con el que procurar fertilidad a la tierra y complejidad al ecosistema que habita la granja. Por último, una escala menor permite repartir esfuerzos y tener autonomía en los canales de comercialiación, asi como poder comenzar a cultivar sin grandes inversiones de dinero. De hecho, existen proyectos muy rentables que empezaron a caminar con 5000 euros
¿Resultado? Las granjas diseñadas en una escala pequeña consiguen regenerar sus suelos, aumentar el número de personas que pueden vivir en un sector tan importante como es la alimentación, tener autonomía y soberanía respecto a los grandes mercados y, por último, conectar con la ciudadanía cercana, la cual desea y demanda consumir comida local, sana, y restauradora del medio ambiente.
Como decía Masanobu Fukuoka, el mejor fertilizante para una planta son los pasos de quien la cultiva.
Sigamos caminando entonces.
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