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Agricultura orgánica vs Agricultura convencional

En este artículo vamos a sintetizar los motivos por los que la agricultura orgánica, pese a tener sombras que mejorar, supone un tipo de agricultura mucho más equilibrado, resistente a los cambios, eficiente y además, capaz de alimentar a la población mundial.

En primer lugar, es importante aclarar que existen diversas maneras de cultivar bajo los valores que comunmente son identificados como ecológicos, en este artículo se emplea el concepto de agricultura ecológica porque es el más conocido. Sin embargo, existen sinónimos como agricultura ecológica, sistemas alternativos como la agricultura biodinámica, el cultivo natural o la permacultura, o corrientes que engloban más elementos (social, económico, político) como es la agroecología. A mi parecer, éste ultimo es un movimiento más completo e interesante que la agricultura orgánica. Por otro lado, cuando se habla de agricultura convencional se hace alusión a la agricultura de la que proviene casi el 100% de lo que consumimos, basada en un amplio uso de fertilizantes químicos y sustancias tóxicas que procuran matar a cualquier planta o animal que pueda suponer una competencia para el cultivo protagonista.

Cuando se profundiza en la bibliografía existente, en las experiencias empíricas e incluso en instituciones tan poco sospechosas de incitar al caos como es la ONU o la OMS, se comprende de forma muy intuitiva por qué la agricultura convencional es sencillamente insostenible; para la mirada crítica y escéptica voy a sugerir enlaces de información numerados al final del artículo.

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¿Por qué rechazar como consumidores la agricultura convencional?

La agricultura convencional no es un ente muy antiguo de la historia de la humanidad. Es a partir del final la segunda guerra mundial, cuando -entre otros factores- la industria armamentística tiene un exceso de sustancias químicas basadas en el nitrógeno cuando los fertilizantes químicos empiezan a ofrecerse y a monopolizar el mercado. (1). Es decir, pese a su dominio mundial, el ser humano lleva milenios cultivando de una forma mucho más cercana a la naturaleza y a la autosuficencia de lo que ahora es el paradigma incuestionable.

Para no generar una densa mezcla de datos y argumentos, se enumeran aquí las objeciones principales a la agricultura convencional.

  1. El empleo sistemático e inevitable de pesticidas y herbicidas del que depende la agricultura convencional es una temible fuente de venenos tóxicos para el ser humano. De forma literal, más de 300.000 campesinos y campesinas mueren al año por el empleo de pesticidas en sus campos (2). Los pesticidas que se emplean son venenos que matan a quienes los aplican, y dichos venenos no se degradan, sino que penetran en los alimentos cultivados y que luego nos comemos. Si bien es cierto que la proporción en un alimento puntual no resulta grave para el organismo, una vida entera consumiendo productos cultivados con agrotóxicos puede producir alteraciones graves en la salud (3). Por otro lado, el glifosato, sustancia principal de los herbicidas empleados en todo el mundo, ha sido denominado por la Organización Mundial de la Salud como “probablemente cancerígeno” (4). Finalmente, la forma de abonar los campos, basada en fertilizantes nitrogenados, provoca que ciertos alimentos posean niveles de este elemento demasiados elevados, que en la digestión humana se convierten en nitrosomonas, también clasificadas como cancerígenas. Las hortalizas que más nitratos acumulan son las de hoja (lechuga, acelga, espinacas, canónigos…)

  2. Los métodos propios de la agricultura convencional (labranza indiscriminada, fertilizantes químicos y agrotóxicos) llevan décadas generando profundos desequilibrios en los ecosistemas de todo el mundo: erosión del suelo y desertización, contaminación de acuíferos por nitratos, pérdida de biodiversidad, emisiones insostenibles de gases de efecto invernadero o deforestación están provocando una trágica pérdida de tierra fértil y obligando a muchas comunidades locales a emigrar a otros lugares. Este perjuicio, sumado a los cambios climáticos que lleva viviendo el planeta en las últimas décadas (se teme que la temperatura media del plantea aumente entre 2 y 5 grados a finales de siglo) ha provocado que un 25% de los suelos cultivables (un tercio de la superficie del planeta) estén degradados de manera severa. Vale la pena decir que la desertización definitiva del suelo no es reversible en tiempos humanos, requiere de condiciones favorables y decenas de miles de años; esto se debe a que la fracción fertil del suelo, la arcilla, no se forma geológicamente de la noche a la mañana.

  3. La agricultura convencional es profundamente ineficiente en términos energéticos en comparación con la agricultura orgánica (5). Mientras la agroecología y la agricultura orgánica defienden el reciclaje de nutrientes dentro del sistema, la agricultura convencional necesita convertir millones de toneladas de petróleo al año para fertilizar sus campos (para generar una tonelada de abono nitrogenado se requieren cuatro toneladas de petróleo); eso se debe a que la vida del suelo, que desde hace más de 10.000 años ha alimentado a la humanidad, se ha visto gravemente dañada. A esto se le suma el gasto energético en pesticidas y herbicidas, junto a los gastos en combutible que conlleva aplicar los agrotóxicos. La agricultura ecológica es significativamente más eficiente en el uso de energía que la agricultura convencional; esto es un hecho fundamental de cara a afrontar el descenso energético debido a la menor disponibilidad de petróleo, carbón y gas natural que sufrirá la sociedad (6). Y no es por asustar a nadie, pero cerca del 90% de la producción mundial de alimentos depende directamente de estos combustibles en fase de decadencia. Llegará un momento en el que el precio de extraer petróleo del suelo sea tan alto que los agricultores no podrán permitirse dichos costes. ¿Quién producirá los alimentos entonces?

  4. La agricultura convencional no funciona en términos económicos. El caso de España es muy representativo de este problema. El único motivo por el que la agricultura convencional sigue predominado en España se debe a las ayudas de la política agraria común (PAC) determinadas por el parlamento europeo, las cuales subsidian este método de cultivo. Sin estas ayudas económicas, prácticamente ningún agricultor convencional obtiene beneficio suficiente, es decir, no podría obtener suficiente dinero de sus cosechas como para compensar el gasto en combustible, fertilizantes , pesticidas y herbicidas. Dicho de otra manera, con nuestros impuestos se financia una agricultura que contamina, mata, derrocha energía y solamente enriquece a grandes multinacionales como Monsanto y Bayer (la misma que produce medicamentos para “cuidar” de nuestra salud).

  5. La agricultura convencional reduce gravemente la soberanía alimentaria de los pueblos. La agricultura ecológica procura que el agricultor (también el ganadero) obtenga de su entorno los recursos necesarios para producir alimento (los elementos clave serían la alimentación para el ganado y los abonos para el campo), lo que le otorga autonomía y no depende de empresas externas o de productos que vengan de lejos y cuyo precio sea poco fiable. En cambio, si para abonar sus campos, controlar las hierbas y las posibles plagas el campesino depende de que la multinacional le venda varios producutos al año, bien puede llegar el día en que ésta decida no hacerlo, o imponerle un precio inasumible.

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En la imagen, Masanobu Fukuoka, padre del cultivo natural.


Falsos mitos sobre la agricultura convecional

El gran argumento que se pone siempre en contra de la agricultura ecológica es que no es suficientemente productiva, y que solamente la agricultura convecional puede alimentar a una población en aumento. Esto es una gran mentira, solo defendida por quienes desconocen la realidad o son pagados por manipular a la sociedad. La propia ONU, cuya actitud respecto a la agricultura ecológica es muy cuestionable, ha publicado informes en los que se compara la tierra disponible con las producciones medias de la agricultura orgánica y confirma que, en efecto, la agricultura ecológica puede alimentar a todo el planeta (7). Eso sí, deben hacerse cambios profundos con la comida que se tira a la basura durante todo el proceso de producción, ya que un tercio del alimento producido en el planeta se desperdicia.

En palabras del maestro de la permacultura, Bill Mollison, el problema de la agricultura actual es que no es un sistema orientado a la producción de alimentos, sino a la producción de dinero.


Aspectos a desarrollar en la agricultura ecológica

Como se ha dicho al comienzo del capítulo, el mundo de la agricultura ecológica u orgánica es amplio, y existen muchas formas de producir alimentos bajo la certificación ecológica o al margen del reglamento. Ciertamente, el reglamento europeo que impone las normas de producción es muy ambiguo, y deja lagunas suficientes para que grandes empresas (Carrefour, Kellogs, Nestle) puedan producir bajo el sello ecológico por mera intención comercial. ¿Alguien se imagina a Zara produciendo ropa de comercio justo? Esto provoca que muchos productores puedan seguir erosionando el suelo y exterminando a las poblaciones de insectos con pesticidas naturales, que si bien no son tóxicos para el ser humano, tampoco pueden entenderse como ecológicos si se emplean de forma continuada.

Tampoco es muy coherente con el medio ambiente producir carne de pollo ecológico en España a partir de pienso de soja importado de Argentina, o seguir comprando fertilizantes orgánicos a las misma multinacionales que siguen vendiendo agrotóxicos por otro lado.


A modo de conclusión

Se dice que el pueblo vota cada cuatro años. Pero esto no es cierto. Cada vez que sacamos la cartera en el supermercado estamos siendo partícipes de una forma de producción u otra, de un sistema que envenena a las personas y al planeta, o de una forma de cultivar respetuosa con el medio ambiente, capaz de (con mejoras) sostener la vida de los suelos para las generaciones futuras.

El precio de algunos alimentos ecológicos es elevado, lo cual impide a la gran mayoría de las personas tener una dieta completamente orgánica, pero cuanto mayor sea la demanda de estos productos mayor número de agricultores y ganaderos se convertirán a esta disciplina. De esta manera se economizará mejor la producción, el transporte y la venta en el establecimiento.

No olvidemos que el patrimonio más preciado que tenemos es el suelo; aunque no seamos quien cultiva la tierra, sigue siendo nuestra responsabilidad adquirir un modo de vida que le permita mantener sus funciones vitales en todo el planea, pues de ellas, y de nada más, dependemos.

Enlaces de interés. Para más información, no dudes en contactar!

(1) El abc de la agricultura orgánica. Jairo Restrepo

(2) Espejos. Eduardo Galeano.

(5) Agricultura ecológica en secano. Soluciones sostenibles en ambientes mediterráneos. Balance energético en cultivos herbáceos.

(7) Fao.org: SUSTAINABILITY AND ORGANIC LIVE- STOCK MODELLING

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