Para los meses de primavera y otoño merece la pena revisar aquellas enfermedades más susceptibles de generar problemas graves en la huerta. Entre otros hongos protagonistas, el mildiu es, y seguirá siendo, motivo de estrategia, diseño y prevención en la huerta.
En primer lugar, resulta vital reiterar que en agricultura orgánica cultivamos con la vida, con la biología y los ecosistemas (grandes o diminutos) que se encuentran en nuestro contexto natural. Esto nos obliga a reflexionar sobre el funcionamiento de los organismos vivos y el complejo sistema del que forman (y formamos) parte. Con demasiada frecuencia, la mente sencillamente quiere resolver un problema sin mirar el fondo, las causas reales y el contexto en el que se encuentran. En agricultura esto, a menudo, deriva en el uso indiscriminado de productos tóxicos que perturban la salud de las plantas, los ecosistemas y nuestra propia salud. Dicho esto, conozcamos un poco mejor a este antagonista del huerto.
El mildiu es una enfermedad fúngica que se desplaza vía viento o salpicaduras. Se desarrolla idealmente con temperaturas entre 10-25ºC y humedades altas, siendo estas más frecuentes en días consecutivos de lluvia y/o niebla. Es en estos momentos cuando tenemos que permanecer atentos al parte meteorológico y considerar posibles tratamientos preventivos. Para que el hongo pueda infectar a la planta es necesaria la presencia de agua, es decir, lluvia o rocío.

Cultivos afectados
Afecta a multitud de cultivos de la huerta: melón, pepino, cultivos de hoja (lechuga, remolacha, espinaca), solanáceas, leguminosas, liliáceas etc. Resulta importante destacar que cada cultivo presenta unos síntomas de milidu algo particulares.
Daños
La enfermedad afecta al desarrollo natural de la planta, provocando graves daños y perjudicando parcial o totalmente la cosecha.
Síntomas
Liliáceas: Manchas pálidas alargadas en las hojas. Con elevada humedad se cubren de un fieltro color gris-violáceo. Se inicia por las puntas de hojas viejas.
Leguminosas: Manchas marrones en el haz de las hojas. Se genera un micelio algodonoso de color blanco-azulado en el envés.
Cucurbitáceas: Manchas amarillentas en el haz de las hojas. Tienen forma angular en calabacín y pepino, siendo redondeadas en melón y sandía. En el envés se forma un fieltro gris-violáceo por formación de esporas del hongo. Las hojas necrosan y se secan, quedando el peciolo verde sujetando la hoja necrosada.
Crucíferas: manchas amarillas en las hojas exteriores. Posteriormente se vuelven de color marrón oscuro.
Lechuga y escarola: hojas externas adquieren manchas amarillentas que acaban necrosando. La forma de las manchas es angulosa. Por el envés de la hoja se forma un fieltro blanco.
Tomate: hojas bajas de la planta con manchas amarillentas de apariencia aceitosa que pasan a pardas, necrosando (color oscuro) el centro. En el envés de la hoja se aprecian las esporas con un fino velo de color blanco. El cultivo toma un aspecto como de quemado. En tallo, manchas pardas alargadas que acaban necrosando.
Patata: Hojas bajas con manchas pardas que suelen crecer desde los márgenes. Empieza en pequeños focos, generalizándose posteriormente y dando al cultivo un aspecto amarillento y "quemado" en las partes bajas.
Espinaca: amarilleamientos en hojas jóvenes, formándose un moho de color gris-violáceo en el envés.
En acelga y remoacha las hojas más jóvenenes se deforman y arrugan. Se puede apreciar un fieltro grisáceo sobre dichas hojas.

Medidas preventivas
Utilizar semilla y plantel sanos (precaución de no dañar severamente la raíz en el trasplante).
Trabajar con variedades resistentes.
Evitar exceso de nitrógeno a la hora de abonar.
Favorecer la aireación del cultivo manteniéndolo limpio de hierbas. Evitar altas densidades de plantación si el problema es persistente.
Podar hojas viejas bajas cuando el cultivo ya esté desarrollado
Tratamientos
Tratamientos preventivos con decocción de cola de caballo o sustancias secantes como arcillas o polvo de cuarzo. La aplicación se debe establecer desde el incio del cultivo.
Tratamientos preventivos con sales de cobre. En este caso el caldo bordelés es un anti-fúngico usado por múltiples generaciones de campesinos y campesinas en todo el mundo, aunque existen otras posibilidades para agricultura orgánica como el oxicloruro de cobre.
Té de compost. A falta de seguir demostrando en más estudios sus virtudes, el té de compost puede suponer un tratamiento preventivo interesante, ya que los microorganismos que contiene monopolizan las hojas y tejidos de la planta, negando el espacio de desarrollo necesario a enfermedades y plagas. Para más información podéis visitar esta web: https://www.soilfoodweb.com/
Conclusión
Las enfermedades fúngicas como el mildiu, el oídio o Rhizoctonia requieren de una acción preventiva. Una vez detectamos que el hongo se ha instalado en el cultivo suele ser demasiado tarde. La clave reside en detectar la existencia de varios días consecutivos con la planta mojada a temperaturas suaves. En ese caso, si tenemos historial de ataques severos de milidu, vale la pena inciar tratamientos quincenales con alguna de las medidas citadas.
La sales de cobre se encuentran en una posición compleja y polémica, ya que su uso excesivo está provocando la contaminación de los suelos. Siempre será recomendable trabajar con las otras dos medidas preventivas y dejar el cobre cuando veamos que la gravedad de la situación lo requiere. A día de hoy, el té de compost supone una alternativa esperanzadora en el tratamiento de plagas y enfermedades.
Recuerda que la planta y el suelo son organismos vivos. Para entenderlos y armonizar la huerta con sus ritmos debes tomarte tu tiempo y acercarte desde la biología, la ecología y una profunda humildad.
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