Es posible que, a lo largo de un día, una semana o un mes elijamos -al menos inconscientemente- no detenernos a observar las plantas de nuestro alrededor o sentir nuestras reacciones mientras damos un paseo por el bosque o parque más cercano. El co-creador del concepto de permacultura, Bill Mollison, pregunta en su libro al lector si alguna vez ha tenido ocasión de permanecer todo un mes viviendo en el bosque (con el refugio y los elementos necesarios, por supuesto). ¿Cómo cambiaría nuestra vida si estuviéramos unas semanas en semejante contacto con la naturaleza? ¿Saldríamos de allí siendo los mismos?
Lo cierto es que, pese a la auto-exclusión que nos hemos aplicado como especie animal respecto a la naturaleza, los bosques del mundo influyen de forma fundamental en todos los fenómenos que fomentan – y han fomentado- nuestra existencia; en este caso nos centramos en la relación entre el bosque y el elemento agua.
Resulta fácil olvidar la función que las plantas han tenido de cara a que nosotras estemos aquí. Es fácil de olvidar, pero se trata de una función extraordinaria. Las formas de vida más primitivas –las bacterias y las algas entre otras- fueron las pioneras de la vida en el planeta; pero fue la llegada del reino vegetal lo que aceleró el proceso evolutivo. Las plantas tuvieron el papel excepcional de crear una atmósfera rica en oxígeno y la base de la cadena alimentaria que las formas de vida superior necesitaban.
Sin entrar en densas explicaciones sobre la fotosíntesis, cabe señalar que a lo largo del proceso de transformación (un proceso alquímico, ¿por qué no decirlo?) de dióxido de carbono y agua en oxígeno e hidratos de carbono, se produce también una transformación de la estructura y calidad del agua. El agua transpirada por las hojas tiene más volumen y es de mejor calidad que el agua absorbida.
Existe un reconocimiento escaso de la relación entre los bosques y la producción de agua. En un bosque virgen, los árboles veteranos crecen muy poco, pero tienen profundas raíces que hacen subir el agua de las zonas profundas (capa freática) y crean una zona de captación de agua sana. Se cree que aproximadamente un 90% del agua dulce de la tierra se encuentre bajo tierra. También son protagonistas de la mineralización y fertilización de las tierras en la superficie; y lo más importante de todo es que son las principales fábricas de humus y vida bacteriana, la esencia de una rica diversidad que almacena y recicla inmensas cantidades de lluvia. El bosque nos aporta ese agua gratis, sin efectos dañinos para el medio ambiente. A esto se añade la capacidad del bosque para, a partir de la transpiración de sus hojas, generar lluvias en zonas en las que el agua del mar se encuentra a gran distancia. Cuando en las noticias se destaca la cada más frecuente y continuada secuencia de sequías que destruyen cosechas y limitan el acceso a agua potable (según Unicef, 1000 niños mueren cada día debido a enfermedades asociadas a la falta de agua potable), raramente se asocia claramente esta sequía a la inmensa deforestación que sufre el planeta y a la capacidad de los bosques de generar la anhelada lluvia.
¿Qué ha hecho el ser humano con este aliado natural? Pues bien, se puede acusar a nuestra especie de que, a lo largo del medio millón de años de presencia en la tierra, ha eliminado aproximadamente el 25% de los bosques que había. Por poner un par de ejemplos, hace 10.000 años, los territorios que bordeaban el Mediterráneo estaban cubiertos de bosques, principalmente de coníferas y robles. El actual desierto que envuelve toda la región del norte de África fue conocido por los romanos como “el granero del Mediterráneo´´, mientras los bosques del Líbano suministraron madera al imperio fenicio y sus barcos exploradores. Cada año estamos perdiendo una extensión de bosque ecuatorial del tamaño de Bélgica, y se ha calculado que cerca de un 20% de las emisiones de CO2 causantes del calentamiento global se deben a la destrucción de dichos bosques. El informe Stern evaluó en 15-20 mil millones de dólares el coste de reducir la deforestación a la mitad. El príncipe de Gales calculó que su detención total supondría llegar hasta los 30 mil millones de dólares, menos del 1% de las primas de seguro anuales de todo el mundo.
El bosque es el gran maestro de todo naturalista o agricultor, pues se fertiliza a sí mismo y tiende de manera progresiva al equilibrio y la creación de tierra fértil. Es una cuestión de voluntad empezar a conectarnos con esa parte de nosotros mismos que resultan los bosques y unir fuerzas de cara a su protección.
“ Aquellos de ustedes que han estado solos en el bosque por un largo tiempo -más de 5 semanas- saben que se puede perder totalmente la identidad como ser humano. Uno no podría diferenciarse de los árboles, de los animales o de cualquier otra forma de vida allí existente. Toda la gente aborigen, la gente tribal, tiene que pasar un período como este, solos, por sí mismos en la naturaleza. Luego, ellos nunca se perciben a sí mismos como algo separado. Empiezan a ser sencillamente una parte de toda la vida. ´´
Bill Mollison. Introducción a la Permacultra
Para mas información sobre este tema consultar “El libro del Agua´´, de Alick Bartholomew.
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