El silicio es un elemento químico ignorado por la agricultura convencional; se dice que no es un elemento indispensable en el desarrollo y fructificación de la planta. Veamos con un poco de detenimiento la importancia de este elemento en la vida vegetal.
El silicio nunca se encuentra en estado libre en la naturaleza, si no que siempre se encuentra vinculado al oxígeno en forma de SiO2. Ambos elementos son los principales protagonistas de nuestra capa terrestre, llegando a ocupar aproximadamente el 30% de la misma y más del 65% a profundidades mayores (hablamos de 16km de profundidad). Por ello, sus diversas combinaciones (silicio-oxígeno) son la base de la naturaleza inorgánica y junto con los metales forman la base de los magmas fundidos de la corteza terrestre. ¿De verdad su predominio es tan grande y su relevancia en la biología de la planta es digna de olvido? Imposible.
Entre las muchas funciones del silicio en las plantas destacan varias:
La gran capacidad de resistencia mecánica que adquieren los cultivos.
Su importancia en la formación de estructura esquelética y flexibilidad de los vegetales.
En suelos muy ácidos y en combinación con la materia orgánica neutraliza la presencia dañina de aluminio de forma más eficiente que el encalado.
Aumenta la función nutricional del fósforo.
En las hojas reduce la transpiración (mayor resistencia al calor) y aumenta la fotosíntesis.
Mejora la resistencia mecánica frente enfermedades fúngicas ( Oídios, Rhizoctonia, Pythium), ácaros, trips, áfidos.
En meteorología extrema protege frente a heladas, sequía, salinidad, calor…
En suelo evita la lixiviación nutricional de fósforo y potasio.
En raíces promueve la colonización por microorganismos simbióticos.
Incrementa las funciones metabólicas de los frutos y flores y aumenta la fertilidad del polen.
…Y estas son solo algunas de las funciones, existen muchas más.
En países como Japón o Alemania llevan siglos empleando los silicatos solubles comercializados bajo el nombre “agua de vidrio” para el tratamiento de enfermedades y la desmineralización de las personas y la agricultura. Por sus funciones inmunológicas y mecánicas es un gran protector para las plantas, especialmente frente a enfermedades fúngicas y bacterianas.
Para el empleo en cultivos puede ser preparada en cualquier finca o granja a partir de una reacción química de las cenizas de madera, en combinación con hidróxido de potasio (sosa potásica) y polvo de cemento.
Para el caso, las mejores cenizas son las que se obtiene de la quema total de cascarilla de arroz, la cual puede producir directamente agua de vidrio sin la sosa ni el cemento.
En caso de no tener cascarilla de arroz se pueden mezclar 10kg de ceniza de leña, 2kg de sosa potásica y 2kg de cemento, dejando quemar la mezcla en una hoguera u horno durante 2-5 horas. Al final del proceso de combustión podemos agregar agua muy caliente a una porción de las cenizas y así obtener “agua de vidrio potásica” para aplicar vía foliar en los cultivos (proporción del 2 al 4% en agua).
Para profundizar en el tema y tener más información os recomiendo leer detenidamente a Jairo Restrepo y su libro “El abc de la agricultura orgánica”. Este gran libro, en un gesto muy coherente con la agricultura orgánica, ¡es de acceso gratuito!
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